La muerte del Duque de Edimburgo, fallecido el viernes de abril, conmovió al mundo. Respetando su últimos deseos y siguiendo el protocolo, fue enterrado el sábado en St. George’s Chapel del castillo de Windsor, a unos 50 kilómetros al oeste de Londres, y debido a la pandemia solo asistieron al funeral 30 personas, en su mayoría familiares cercanos.
El féretro del príncipe, cubierto por su estandarte personal, fue conducido desde la entrada principal del castillo de Windsor hasta la escalera de la capilla en un Land Rover que, curiosamente, fue diseñado por el duque.
Tras guardar un minuto de silencio, el ataúd fue portado por ocho militares hasta el interior de la capilla, un homenaje que se rinde a Felipe, quien dejó la carrera militar al contraer matrimonio con la monarca británica.
Le sigue una pequeña procesión a pie en la que primará la distancia social y en la que participaron el príncipe Carlos y su hermana, la princesa Ana, que llevaron el ataúd del duque a la iglesia. El viaje por el interior del castillo duró unos ocho minutos.
Sus hermanos, Eduardo y Andrés, estuvieron detrás de ellos. William y Harry vienen después, pero en lugar de hacerlo juntos, entre ellos irá su primo Peter Phillips. Ninguno usó el uniforme militar. Y detrás de ellos estuvieron los últimos miembros de alto rango de la familia real británica, el esposo de Anne, el vicealmirante Tim Laurence, y el conde de Snowdon, hijo de la princesa Margarita.
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