El Parlamento Europeo entregó este martes el Premio Sájarov a la libertad de conciencia 2024 al presidente electo de Venezuela, Edmundo González Urrutia, y la líder opositora María Corina Machado, quien estuvo representada por su hija Ana Corina Sosa.
En su discurso, que ofreció un discurso vía telemática desde Venezuela, donde permanece resguardada ante la persecución del régimen de Nicolás Maduro, María Corina resaltó que «el triunfo de Venezuela será el triunfo de la humanidad, de cada individuo libre», por lo que pidió a los parlamentos y gobiernos democráticos del mundo mantener su apoyo a la causa por la democracia en Venezuela.
A continuación su discurso íntergro:
Muchas gracias, Honorable Roberta Metsola,
Honorables Miembros del Parlamento Europeo.
Gracias. Muchas gracias por honrar al pueblo venezolano con este premio que invoca la memoria del gran luchador verdadero, Andrei Sakharov. Un premio que muchos amigos míos recibieron hace años en esta larga lucha por la libertad en Venezuela.
Hoy, ustedes reconocen la lucha incansable de millones de venezolanos, durante más de 25 años luchando dentro y fuera por la libertad y la democracia. El presidente electo, Edmundo González, y yo aceptamos este premio con gran emoción en nombre del pueblo venezolano.
Después de años de agresión sistemática por parte de uno de los regímenes más destructivos de este planeta, el valiente pueblo venezolano ha demostrado coraje, inteligencia, resiliencia y amor, una y otra vez: amor por nuestros hijos, por nuestra tierra y por nuestra libertad.
Venezuela solía ser la democracia más próspera y estable de América Latina.
Y, sin embargo, cayó en manos de un régimen criminal hace 25 años, aliado con los peores autócratas del planeta. Este país, que ostenta las mayores reservas de petróleo del mundo, ha sido saqueado por los enemigos de la libertad, que lo han convertido en un enclave para desestabilizar a Occidente y lo han hundido en la pobreza, la miseria y la tristeza.
Durante un cuarto de siglo han intentado separarnos, debilitarnos y someternos. Han aplicado la doctrina del enemigo interno.
Han predicado sistemáticamente el odio. Han buscado enfrentarnos entre nosotros, pueblo contra pueblo, dividiéndonos entre ricos y pobres, izquierda y derecha, blancos y negros, emigrantes y no emigrantes y por nuestras creencias religiosas. Han buscado debilitar a la familia, núcleo mismo de la sociedad, enfrentando a padres contra hijos y hermanos contra hermanas.
También se han propuesto destruir todas las instituciones democráticas de nuestro país, desde el poder judicial autónomo hasta el voto popular. La asfixia de la economía por un Estado corrupto y criminal, junto con la peor hiperinflación de la historia, ha hecho que millones de personas dependan de la ayuda, atadas a una lealtad política sin dignidad ni futuro. De ahí la emigración masiva que hoy sufrimos. Más de una cuarta parte de nuestro pueblo ha abandonado nuestro país. Vivimos la peor crisis de migrantes y refugiados del planeta.
Y, sin embargo, Venezuela, golpeada, se ha levantado, contra viento y marea. Esta sociedad dividida ha decidido unirse y resurgir de las cenizas enfrentando el dolor con nobleza y dignidad, y en estricto apego a la verdad que disuelve la mentira.
Hemos visto surgir un verdadero movimiento de redención para unir y liberar a nuestro pueblo. Hay un anhelo vital de tener a nuestros hijos de vuelta en casa. De reencontrarnos con nuestros nietos en persona, de abrazar a nuestros hermanos y hermanas, de reunir a nuestra familia en nuestra amada tierra. Eso se ha convertido en un poderoso movimiento social y cultural.
Por eso, lo que logramos el 28 de julio de 2024 es más que un mero evento electoral. Verlo como una simple elección sería ignorar la magnitud de las fuerzas que se han desatado en nuestro país.
Y hoy, esas fuerzas son imparables. Lo que vive Venezuela hoy es un verdadero cambio cultural. Una profunda identificación racional y espiritual con las raíces más profundas de nuestras creencias comunes: la creencia en la dignidad humana como valor sagrado, la igualdad ante la ley, el respeto a la propiedad como exigencia de los individuos, el trabajo productivo y gratificante y, por supuesto, la libertad.
Estamos enfrentando al mal de la única manera: la correcta.
Hemos derribado los muros que intentaron poner entre nosotros. Cuando los intereses oscuros y los amigos incrédulos, y cuando nos pidieron que nos resignáramos a la situación, nos reconocimos como las personas que somos.
Hemos redescubierto nuestro amor por nosotros mismos y nuestra creencia en nosotros mismos como individuos y como ciudadanos, y entre los ciudadanos. Es por eso que lo que está sucediendo hoy en Venezuela trasciende nuestra generación y nuestras fronteras. Es por eso que expreso mi plena solidaridad con los que han estado presos, particularmente en Cuba y Nicaragua. Los liberaremos también. Los emanciparemos también.
Y por eso las implicaciones globales de esta lucha no se limitan a nuestras fronteras, ni se limitan a los tentáculos geopolíticos que hoy operan en y desde Venezuela para desestabilizar a Occidente.
Nuestra lucha hoy demuestra lo que una sociedad profundamente maltratada puede lograr cuando remamos contra la corriente, cuando superamos los obstáculos y cuando decidimos avanzar unidos por el camino del bien.
Venezuela ha cambiado; nunca volveremos a ser los mismos. Sabemos por la naturaleza de este movimiento épico que triunfaremos. Nuestra historia es un testimonio universal del triunfo de la conciencia, la organización, la inteligencia y, sobre todo, el amor a los nuestros. El triunfo de Venezuela será el triunfo de la humanidad, de cada individuo y de cada sociedad, que decida conjuntamente forjar un futuro en libertad.
Hoy, en esta hora oscura y peligrosa, ustedes reconocen a los venezolanos, demuestran su confianza en nosotros y en nuestro destino.
Este premio es un homenaje a todos y cada uno de los venezolanos que han decidido ser libres, especialmente a los que están escondidos, exiliados o en prisión; a los niños que han sido acusados de terrorismo, que han intentado suicidarse; y a los compañeros asediados que han pasado nueve meses en una embajada sin agua ni luz pero siguen alzando la voz por lo que creen.
Hoy nos demuestran que no estamos solos y que la lucha por la libertad nunca será en vano.
Este es el momento de actuar con firmeza, parlamentos y gobiernos juntos.
Los necesitamos en este momento.
Venezuela será libre.
Muchas gracias.